La otra cara de la Cruz Roja

06 octubre 2009

No hace falta que a estas alturas les explique qué es la Cruz Roja y cuál es su función. Pero lo que sí me gustaría descubrirles es la otra cara, la oscura, la que poca gente ve. Como ustedes ya saben, una de las actividades de esta organización consiste en alquilar pisos que llenan de menores inmigrantes, en su mayoría marroquíes, ya que la ley española dictamina que no se puede expulsar a un inmigrante ilegal si es menor de edad.

A mi me tocó hace poco tiempo sufrir uno de estos pisos solidarios de la Cruz Roja casi cinco años. La comunidad de vecinos se vio obligada a mandar diversas cartas al presidente de esta organización, quien hizo casi caso omiso a las mismas. ¿El motivo? Nada más y nada menos, entre otras muchas actividades, que los angelitos se dedicaban a escupir y tirar colillas por la terraza hacia la calle, robaban cartas de los buzones no se sabe en busca de qué, gritos a altas horas de la noche, bajada de escaleras pegando patadas a las bolsas de basura y paredes, miradas amenazantes a los vecinos en el portal, lanzamientos de objetos a los patios interiores, cortes de manga a la cámaras de la policía nacional que se sitúa cerca del edificio donde residíamos... y así podría llenar varios blogs como este.

Como cada vez eran más graves las fechorías que cometían, las pequeñas las tomábamos como algo natural que había que soportar, pero las grandes nos obligaban a acudir a dicho piso para pedir explicaciones. Había dos personas adultas en ese piso, pertenecientes a la nómina de la Cruz Roja. Uno de ellos hacía las veces de cuidador. Su trabajo consistía en negar todas las acusaciones que se vertieran sobre ellos, incluso cuando había pruebas claras de su responsabilidad en los hechos que se les imputaban. A un vecino, que acudió respetuosamente a rogar que no hiciesen ruido para facilitar el estudio de su hija, le espetó que era un racista ante la incredulidad del vecino. Estas son las típicas cosas en las que se escuda esta gentuza cuando no gozan de argumentos.

Cuando dicho cuidador andaba de bar en bar hasta altas horas de la madrugada (esto es demostrable) se hacía cargo del timón una mujer que hacía las veces de cocinera y limpiadora. Por supuesto, los susodichos marroquíes no eran menores para fumar, robar, romper y amenazar, pero si lo eran para cocinar y limpiar. La cocinera oficial del reino no era una mujer fina y elegante, sino que sus gritos los podían escuchar todos los vecinos de los edificios colindantes. Siempre berreaba para aplacar las exigencias de sus comensales, que para venir supuestamente de la pobreza, tenían un paladar muy exigente. Dichos gritos, siempre coincidentes a la hora de la comida, han provocado que tanto yo como mis vecinos llevásemos 5 años sin poder dormir siesta.

Cada mes, dicha casa cambiaba de inquilinos, pudiendo pasar por allí en torno a 400 inmigrantes al año. De los más delincuentes yo memorizaba la cara, aunque era fácil, pues siempre recordarás los rasgos de aquel que te está haciendo la vida imposible. De hecho, me llamaba la atención que cada vez que pasaba por el parque de La Victoria viese allí a los que eran mis adorables vecinos juntos con otros de sus congéneres. ¿Razón? Fácil y sencilla. Cuando están a punto de cumplir 18 años y a las puertas de ser repatriados, huyen de la casa conscientes de que la Cruz Roja no va a ir a buscarlos.

¿Qué es lo que se ha provocado? La famosa "Banda del parque", de la que ya hemos hablado en anteriores posts y sobre la que la prensa parece que se ha enterado ahora. Sin embargo, dicha banda lleva ya muchos años operando en Jaén y nutriéndose de ex-acogidos de la Cruz Roja, a la cual no le importa el daño que puede causar a los ciudadanos y vecinos, siempre y cuando tengan su cheque a fin de mes. Esta es la Cruz Roja que no sale en las fotos, la que tira la piedra y esconde la mano.

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