Érase unos ciudadanos que servían a una ciudad

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Por fin ha sucedido. Oficialmente la ciudad de Jaén se ha quedado pequeña. Todos sabemos que esta ciudad tiene unas características minúsculas en relación con la extensión que tiene la provincia. Pero antes con esto nos valía. De vez en cuando los políticos iluminados nos honraban con alguna expansión de la ciudad y con eso íbamos tirando. Sin embargo, en estos años nos hemos metido en una espiral absurda de obras sin sentido que van a provocar un colapso que en breve vamos a pagar. Para arreglar una calle rompen la de al lado. Y para arreglar la de al lado, rompen la que acaban de arreglar. Y así sucesivamente. Al final, inviertes -mejor dicho, gastas- un dinero en mejorar aquello que tú mismo has estropeado.

Cada vez hay más coches pero menos zonas de aparcamiento. Cada vez hay más personas y menos edificios para albergarlas. Cada vez hay más tránsito de personas y las calles son más pequeñas. Los proyectos sobre una ciudad deben levantarse mirando siempre unas necesidades que los propios ciudadanos se han creado a lo largo de los años. Y hay que dar respuesta a esas necesidades. De esto se trata el juego. Es decir, que la ciudad tiene que estar al servicio de los ciudadanos y nunca al revés.

La ciudad de Jaén está sufriendo un cambio muy grande. Los ciudadanos nos estamos viendo abocados a vivir de acuerdo a unas modificaciones que nadie ha pedido. Es como si tienes en tu cocina goteras, desconchones y el suelo está resquebrajado, pero inviertes el dinero que tienes en comprar una televisión de plasma de última generación para que vaya a juego con el sofá de 10.000 euros del salón. Nadie niega que la televisión no se vaya a utilizar. Pero les aseguro que nadie se va a atrever ni a hacer un triste sandwich en esa cocina. Y es exactamente esto lo que está ocurriendo en Jaén. Nosotros no estamos cambiando la ciudad. La ciudad nos está cambiando a nosotros.