
Tras dormir cinco horas salgo a la calle. Nada más salir al portal, una oriunda de cualquier polígono se encuentra gritando a una homóloga en la acera de enfrente. Es curioso que cuando menos cultura y educación tiene una chica, más grave tiene el tono de voz. A mi lado, un coche pita durante cinco segundos para saludar a un conocido. Está prohibido, pero bueno. En Jaén eso da igual. Total, no te van multar. Sigo el camino. Un autobús destartalado ruge y hace vibrar el asfalto hasta el punto de resquebrajarlo. Pero bueno, no pasa nada. El dueño de empresa autobusera de Jaén dice que sus vehículos son fabulosos para la ciudad. Pues mire, usted. Acorde con la ciudad están. No nos vamos a engañar.
Casi llego a mi destino. Un martillo neumático se ceba con mi tímpano hasta el punto de que está a punto de sangrar. Subo las escaleras. Hogar, dulce hogar. Abro la ventana para ventilar. Un obrero ha decidido que el mejor sitio para cortar baldosas es debajo de mi casa. No podría hacerlo en una nave industrial, no. Cierro la ventana. Me tapo los oídos y grito. Hogar, ruidoso hogar.
2 comentarios:
El ruido en este país (y en Jaén igualmente) es un problema que parece que nos la suda a todos. Cada vez veo como hay más permisividad en este aspecto y la verdad es de pena. Hay que concienciarse de que este tipo de contaminación hay que erradicarla.
jajaja por favor como me veo reflejado en este artículo (me rio por no llorar). Cada día que pasa me dan mas ganas de vivir en una casita perdida en el campo, me ahoga esta ciudad.
Publicar un comentario