
Nada más entrar al local nos encontramos con un ambiente viejuno. Sin embargo, cada vez son más los treintañeros que se dejan caer por allí. El precio del tercio de cerveza no es elevado en el interior, aunque supongo que en la terraza será similar a cualquiera de sus homólogos. Las tapas no están nada mal e intentan conjugar la calidad con la cantidad - algo parecido sucede con las raciones-. Aunque, como he dicho anteriormente, el buque insignia de este establecimiento son los caracales. Deliciosos y de un tamaño perfecto. Doy fe.
Por tanto, tenemos ante nosotros un clásico hostelero jienense -con todas sus virtudes y defectos-. Los caracoleros tienen en este lugar su paraíso particular. Aunque aviso a navegantes que no se deben demorar en su visita, ya que sobre las 22:30 horas las existencias de caracoles se suelen agotar. Por algo será.
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